La clásica historia de la princesa hechizada sigue despertando interrogantes. Se sabe que el conjuro fue deshecho por un príncipe que en ese momento perseguía a un jabalí. La escena se desarrollaba en un bosque cubierto de flores de todos los colores. El sueño de la bella durmiente duró cien años y terminó con un beso. Más recientemente Quim Monzó, un escritor español, imaginó la misma situación pero con una variante perturbadora. El caballero desmontó del caballo, besó a la princesa tal cual lo establece la tradición y, de inmediato, ambos decidieron casarse, tener hijos y envejecer juntos. Todo parecía resuelto cuando el príncipe alzó la cabeza y descubrió que, unos veinte metros más allá, en un claro del bosque, había otra joven dormida, tan hermosa como la anterior, acostada sobre una litera de ramas y rodeada de flores de todos los colores.
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