La casa de los muertos fue vendida al menudeo. El padre ya no está en la foto. La madre no recuerda nada. La novia arroja el ramo a las estrellas. El jardinero enterró su último plantín. La entrepierna de la dama todavía está mojada. La brisa ya es viento y el viento un temporal. Oscuramente vuelan por el cielo las hojas amarillas. La tortuga descansa en paz, los divinos hijos han nacido, Adán y Eva discuten por una cuenta sin pagar. Alguien enciende una fogata y apaga los ecos. Dan un poco de pena las cortinas, los libros consumiéndose de a poco, la mesa de roble convertida en súbita ceniza. Queda una marca de uñas en el tronco, una huella de zapato en el césped y un para siempre borroneado en un papel. Va a llover, ya está lloviendo, que el último apague la luz endemoniada.
L.
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