jueves, 12 de julio de 2012

Ver demasiado


Elevado a la categoría de templo o altar el mal produce una fascinación tan extraña como evidente. Hasta los chicos gozan al despanzurrar un juguete ya sea por curiosidad o por una dosis inhibida y latente de crueldad. Cuando el niño se vuelve adulto las cosas se agravan aún más. Lo que sorprende es el sadismo morboso de quienes disfrutan a pleno viendo cuerpos sin vida por la televisión o en la calle, crímenes violentos y lo que ahora se dio en llamar bombardeos humanitarios. Los que se arrodillan frente al mal como deidad total y absoluta ven, quizás, demasiado. Más de lo necesario. Se dan vuelta como Lot, la que por no contenerse, o por simple curiosidad, volteó su cabeza para observar el horror prohibido. Vio mucho y, como se sabe, se convirtió por ello en estatua de sal. 
L.

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