El techo del mundo, una montaña de 8.848 metros de altura conocida como Everest, se está convirtiendo en una trampa mortal. Miles de hombres y mujeres, la mayoría sin entrenamiento, quieren alcanzar la cima como si en eso se les jugara algo central. Nadie sabe si están huyendo, qué sueñan, por qué lo hacen. Las aglomeraciones que se producen en la altura del Everest recuerdan a los estadios de fútbol y a los centros comerciales. El 10 por ciento de los montañistas cae en el intento. Ya se produjeron 226 muertes confirmadas por agotamiento o escasa preparación. Entre el 19 y el 20 de mayo de este año murieron siete personas. Se quedaron sin oxígeno. ¿Qué les pasa? ¿Son suicidas tímidos o heroicos? ¿Huyen de alguna cosa? ¿Qué buscan tan alto y tan lejos que no tengan más cerca y más abajo?
L.
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