No todos los policías están uniformados. Algunos lucen ropa de calle, son sensibles, lloran en el cine y hasta ayudan a cruzar a ancianos y ciegos. No todos los policías son extraños. Algunos forman parte de la familia, comparten cama y cocina, son, como se dice, gente de confianza. Pero cuidado. Los policías vocacionales ejercen a toda hora su profesión secreta. Vigilan, condenan, espían a las mujeres desnudas por el ojo de la cerradura, toman nota, ponen su dedo frío en el gatillo fácil y, claro, disparan. A primera vista no dan miedo. Pero de cerca, como bien se sabe, nadie es normal.
L.
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