sábado, 3 de mayo de 2014

Días de mayo

Ya estamos en mayo, dice Paula. Lo dice al pasar y sin que tenga relación con nada. Tirada en la cama, sin ropa casi, está viendo Volver al futuro II, una película de los ochenta que acabó por cansarla. Apaga de pronto el televisor y calienta agua para tomar café colombiano elaborado en el departamento del Nariño, o sea, el mejor café del mundo. Amadas rutinas de Paula y yo en sábados desangelados. Estamos en mayo. Ahora soy yo el que lo dice. Ayer nomás era verano, había cortes de luz, la gente se iba de vacaciones y Paula, cómo olvidarlo, había viajado a Cartagena de Indias para encontrarse con un ex novio bogotano, un futbolista venido a menos que hace poco se fue a Bulgaria detrás de una mujer sin entender una sola palabra de idioma búlgaro. No le fue bien. Esta historia se desvía. Estamos en mayo. Esa era la idea. El tiempo es veloz y es implacable. A veces, dice Paula mientras se peina todo hacia atrás, percibo el paso de las horas. Me veo vieja en unos años. Me veo morir. También yo, le digo, mientras escribo en el blog. También yo siento las horas, los días, los años. Todos moriremos. Para qué insistir en ese punto. No es malo recordar que el tiempo pasa. No para aprovecharlo. No existe cosa más idiota que aprovechar el tiempo. Abrir los ojos sí. Sentir la vida sí. Pensar algo mientras queden fuerzas. Paula entra y sale del baño. Yo sigo escribiendo acá. Ya estamos en mayo. Alguien golpea la puerta y es el mes de junio.
L.

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