miércoles, 14 de mayo de 2014

El placer de compartir

La multinacional de la amistad y el amor conocida como Facebook ha logrado instalar entre sus adherentes la imperiosa y desesperante necesidad de compartir todo lo que se hace y se dice. Todo es todo. Desde una luna de miel, un coito, un cumpleaños o una cena con amigos. Los ambientes cultos y/o politizados incorporan al exhibicionismo general poemas poéticos y textos comprometidos con las causas justas. Los militantes de la red no dejan por eso de cambiar y aumentar ad infinitum el número de sus fotos de perfil. También se ocupan de criticar a los malos con buenos argumentos y enaltecer a los buenos con malos argumentos. Y tanta exhibición se hace en nombre de una falacia llamada compartir. El tema es complejo e inagotable. ¿Cuál será la causa profunda que lleva a convertir la intimidad en espectáculo de masas? Voy a arriesgar una hipótesis de bolsillo. Detrás de todo esto se esconde el miedo a la muerte y el pánico que en algunos produce la soledad. También la conciencia de que todo termina al fin, la angustia ante lo efímero de las cosas vividas o soñadas, lunas de miel, cenas y viajes incluidos.
L.

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