Son penosas las migraciones que los salmones de Alaska emprenden en épocas de desove. Esos traslados se deben a que los peces buscan lugares donde residieron primitivamente. Los salmones se mueven impulsados por el hambre, la memoria y el amor. No es cierto que no amen. No es cierto nada de lo que se dice sobre ellos. Los salmones alimentan el deseo de revivir algún momento de indecible plenitud. Los que no son peces buscan también la reconstrucción de un estado anterior al actual. Eluden la verdad para protegerse del dolor. Y lo hacen aún sabiendo que ese acto podría salvarlos de la aniquilación. Dan un poco de envidia esos peces que sin ahorrar sacrificios emigran hacia lugares donde fueron o creyeron ser felices una vez. Por alguna razón esos viajeros desdeñan el principio de realidad y buscan en el principio del placer la justificación de sus vidas.
L.
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