Los caminos que elegimos distraidamente son los que conducen adonde de veras queremos ir. No lo sabemos pero lo sabemos. No conocemos el lugar pero siempre vivimos ahí. Un plan subterráneo nos arrastra de la mano a la playa de los sueños, al amor inesperado, a la vocación largamente rechazada. El deseo, como la poesía, sopla donde quiere y cuando quiere. Y cuando sopla lo hace de la manera menos conveniente, la menos práctica, la más fastidiosa y aún odiosa. Pero justamente esa manera es la mejor de todas. Plan subterráneo e inconsciente. El único plan con final feliz.
L.
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