A esta altura del siglo XXI el pecado original ya no consiste en morder la manzana sino en imaginar una situación no basada en lo que todos conocen como realidad. Nos exigen veracidad. Nos exigen el rechazo escrupuloso de toda ensoñación. Nos exigen datos verificables por más anecdóticos, banales y secundarios que resulten. Toda imaginación será castigada con el máximo rigor de la ley. Alguien, un pecador, quiso hablar minutos antes del fusilamiento. Quiso hablar y decir que lo que buscaba a través de la invención artística era una verdad un poco menos rudimentaria que la que se vende en el mercado. Dar con las raras turbulencias que suelen emanar de toda situación narrada o experimentada. Fue inútil. El que mata la lógica debe morir por impuro, le dijeron los nuevos dueños del sentido. Y el fusilamiento se produjo, como debe ser, a la hora señalada.
L.
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