Camino por las playas de Isla Culebra hasta que mis huellas se confunden con las de otro. ¿Arena o mar?, pregunta un mendigo impaciente. Da igual, pienso. Ambos amenazan con aniquilarse y en esa lucha mueren los débiles. No quiero viento, respondo. Terminará matándome. Estoy cansado de remar contra olas invisibles y tiburones de espuma. Cierro los ojos y abrazo su cuerpo.
A.
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