Las libélulas quieren sexo a toda hora. Se desnudan, cuelgan sus alas en los placares y se entregan a un feliz deslizamiento. La tragedia ocurre al final. Haciendo uso del aguijón matan a sus compañeros con dulzura. Luego se pierden -también ellas- en un placer inconcluso.
L.
¡Qué ganas de dejarme matar por una libélula! ¡Qué ganas de pasar un tiempo muerto de tanto sexo! Salir de su cama arrastrándome agotado cubierto de perfume barato y recuerdos de colores chillones.
ResponderEliminarQuizás sea la mejor forma de reencarnar después de la muerte y seguir estando ansiosos de sexo dulce y morir para reencarnar en humano.....
ResponderEliminarG.G.C para ti pato
conocí a una persona entomofílica, especialmente en libélulas, es raro pero existen... luego yo también fui entomofílico...
ResponderEliminarEs maravilloso este mundo insondable... Yo mismo que siempre he fantasiado con las mismas libélulas, desde mis más tempranos instintos sexuales infantiles, hasta mis más deprabadas aberraciones... Qué mejor forma de morir que la misma en la que anhelo vivir, por irónico que esto parezca...
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