Cada día se suicidan en el mundo tres mil personas. Una cada treinta segundos. Pero, ¿qué matan los que se matan? Hay algo en cada uno de nosotros que quisiéramos extirpar como si se tratara de un tumor maligno. Los suicidas confunden esa aspiración genuina con la totalidad y acaban arrojando al bebé con el agua sucia de la bañadera. Los suicidas son asesinos tímidos, definió Pavese antes de inmolarse, un domingo a la tarde, en un hotel de Turín. Albert Camus, en El mito de Sísifo, inicia el ensayo con estas palabras: No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Gobiernos, jueces y religiones rechazan la desaparición por mano propia con argumentos éticos y morales. En algunos países se llega al absurdo de condenar al suicida con la pena de muerte. Pero el castigo tardío no responde a la pregunta inicial, ¿qué quieren matar los que se matan?
L.
Tal vez matan el puente... ese puente de angustia que separa sus vidas de lo que son de aquello que quisieran que pudieran ser.
ResponderEliminarYo, cuando morí, maté al lobo.
ResponderEliminarSuicidarse es darle importancia a la vida. Considerar que tiene un valor y un propósito. Hay cierto goce en la idea de que en cualquier momento se puede poner fin a una situación de angustia. La posibilidad del suicidio alivia. Sería, quizás, la más clara expresión de la libertad.
ResponderEliminarManuel
"Gente como nosotros, enamorada de la vida, de lo imprevisto, del placer de contarlo todo, sólo puede llegar al suicidio por imprudencia".
ResponderEliminarCesare Pavese
Poner fin al pesar del corazón, apagar la conciencia, castigar al que va a encontrar el cadaver, seguir la tradición, ser parte del cielo o del mar...
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