lunes, 13 de julio de 2009

Poema chino


Como se puede apreciar éste es el mejor poema de la literatura universal. Obsérvese el comienzo tan sutil, la brillante referencia al movimiento de los patos salvajes bajo un cielo de nieve que se deshace. La clara metáfora que sigue no es menos acabada en contenido y forma. Y ese final supremo, rítmicamente perfecto y cargado de infinitas significaciones, deja muy atrás a la escritura poética de todos los tiempos. El autor de esta pieza única es Li Tai Po (701-762). Pero el dato es innecesario ya que, como se observa nítidamente en el texto, el depurado estilo del poeta de la dinastía Tang resulta inconfundible.
L.

3 comentarios:

  1. Ya lo había leído, sí. Es extraordinario.
    A.

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  2. Todos deberíamos ir a hacernos un tatuaje de él.

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  3. Me remito a mi suprema ignorancia para sospechar que este poema es importante de veras. No porque lo entienda; porque la verdad no lo entendí ni un poquito. No solamente me perdí cuan sutil pudo ser comienzo, porque –y me jode decirlo- recién a medio poema entendí que si ya iba por la mitad, algún momento debí haber empezado, casi inconscientemente, como con casi todo lo que me importó en la vida. No es que me interese ir al grano de las cosas; pero intuyo que temo a los principios, porque presagian finales, así que los paso por alto. A los finales también, por supuesto, así que me perdí de de las infinitas significaciones de esta obra. Por miedo, sí; por necio también, porque cuando la nieve se deshacía, empecé a perder el control, yo quería una sola respuesta, así como un suicida aspira a sólo un balazo certero y seco en el paladar. No quería infinitas posibilidades. Pero los patos eran salvajes y cuando entendí que lo eran y que no sabían lo que hacían, ya ni importaba siquiera que fueran patos. Estimo que es importante este poema, porque yo negué cuanto importante me haya ocurrido con un rigor casi científico. Y así negué toda metáfora que develara Li Tai Po en estos versos, cuyo estilo no sólo pasé por alto, sino que lo soslayé sin reparo. Claro, no podría hallar rastros de estilo ni en una lágrima de Hölderlin. Pero podía haber sido cualquiera quien registrara el poema; yo, cómo todo buen imbécil, estaba mucho más atenido a que era yo quién lo leía, como si mi estilo como lector, fuese lo que en buenas cuentas determinara la valía de esas palabras. De verdad no comprendí nada, lo leo y lo leo y nada. Pero no es este un dato menor: yo nunca entendí nada que valiese la pena. Así que relean con cuidado, porque ese es mi argumento para aconsejarles estos versos. Deslúmbrense si pueden, porque para no poder, estamos los asustados; los que le tenemos miedo a los principios y a los finales –y quién le teme a eso le teme a todo-. Porque la vida no es afilada sólo en sus bordes, como una lata de atún tirada en la basura. La vida corta de principio a fin, como la hoja de un cuchillo. Sólo que algunos se deshacen en perfectas supernovas de sangre y otros nos quedamos en la empuñadura, sin entender nada.

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