Cada vez que leo los consejos que dan poetas, novelistas y editores para escribir bien recuerdo un libro que me impactó en la adolescencia. Se llamaba Técnicas sexuales modernas y supuestamente iba a enseñarme a ser un atleta con las chicas. Pero nada de lo leído ahí se comparó a mis primeras experiencias en ese campo. Lo poco que sé de eso me lo enseñaron mujeres pacientes y generosas. Leo en un diario español consejos de veinte autores consagrados y la decepción es similar a la que tuve leyendo las técnicas modernas. Lo principal es leer, dice uno de ellos. No es verdad. Conozco lectores tenaces y criteriosos que son incapaces de escribir una sola línea. La constancia es básica, dice otro. Tampoco es cierto. Hay escritores que deberían ser inconstantes, es decir, dedicarse a otra cosa. Una autora de renombre aconseja escuchar música mientras se escribe, algo ridículo desde todo punto de vista. El mejor consejo que leí en la lista pertenece a Fernando Aramburu, de quien no sé nada, que recomienda a los aprendices ser o convertirse en genios. La genialidad, ironiza el autor, ayuda a evitar complicaciones. Para no ser menos quiero sugerir que sólo se aprende a escribir escribiendo. Así sea en un blog como éste o en un rollo de papel higiénico. No se me ocurre otro modo. Pascal decía que el movimiento se demuestra andando. Termino de decir ésto y siento que se trata de una nueva y ridícula falacia. Ningún consejo entonces. Sé tu propia lámpara, dicen o decían los budistas.
L.
L.
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