miércoles, 9 de noviembre de 2011
Colombia en el corazón
Nos duele Colombia a los que amamos a Colombia. Formo parte de ese grupo. Me duele la fascinación que hay en ese país por la muerte. Es un fenómeno extraño de explicarse y explicar. Pero la fascinación aludida es indudable. Leo en El Espectador de hoy que el ejército colombiano amenaza ya, con indisimulable alegría, al posible sucesor de Alfonso Cano, líder guerrillero asesinado hace poco. El sucesor tendrá que preocuparse por huir, anuncian con cinismo los uniformados. Más abajo leo que este mes fueron asesinados dos integrantes destacados del Polo Democrático, agrupación de izquierda legal. A no hacerse ilusiones. El número de crímenes diarios a manos del sistema paraestatal y militar es mucho mayor en el país del miedo. Al costado leo acerca de la implementación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Dicho tratado arrasará con las riquezas de esa maravillosa tierra. Sé que todos los días se cometen crímenes masivos en Colombia ante la indiferencia, o resignación, casi absoluta de los colombianos. Y quienes no son indiferentes deberán preocuparse por huir. Tarde o temprano un disparo les llegará directamente al corazón. Mientras tanto crece la inequidad social, la violencia de todo tipo, también la familiar, y, a la vez, suenan las gaitas, se enciende la fiesta y empieza a correr el guaro. La parranda, cómo no entenderlo, es un alivio para los asesinos y sus futuras víctimas. ¿Pero qué significa esa extraña fórmula de muerte y parranda? ¿Será Colombia una metáfora del mundo? ¿Tendré, yo también, que pensar en escapar?
L.
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