Los actuales son malos tiempos para la ficción de cualquier tipo. Para convocar más público una película debe venderse como "basada en una historial real". El mundo de Facebook y el tono confesional de twitter y otras redes sociales está contagiando peligrosamente a la creación artística. Parece no haber lugar ya para el hobbit de Tolkien o para el protagonista de El otro cielo, quizás el más hermoso cuento de Julio Cortázar. El hombre se liberaba por un rato de su aburrida novia Irma, bajaba unas escaleras y aparecía en los brazos de Josaine, una prostituta francesa del siglo pasado. Qué horror. A quién se le habrá ocurrido semejante estafa. Nadie puede viajar en el tiempo. Adiós a las crónicas marcianas de Bradbury y adiós a los cuadros de Picasso donde una modelo tiene una naranja en el lugar de la boca por cuestiones de líneas. ¿Pero acaso lo confesional puro escapa a la ficción? ¿Es ciertamente real eso que llaman realidad? ¿Un texto horrible pasa a ser maravilloso por basarse en fenómenos verificados por peritos judiciales? Este blog, más modestamente, es víctima del mismo problema. Ya no podemos ni siquiera ironizar sobre nada y mucho menos generar historias imaginarias. Cuando lo hacemos algunos lectores, no todos, se enojan con nosotros o con los personajes de esos relatos como si efectivamente existieran. ¿Se acabó la imaginación entonces? Probablemente. A partir de ahora al pan pan y al vino vino. Nos limitaremos a leer diarios y a mirar noticieros por televisión. El perro es perro y nada más, etcétera.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario