martes, 8 de noviembre de 2011

Taller literario


Me pregunto por qué a mis alumnos del taller de escritura les cuesta tanto pasar al acto. Doy consignas de trabajo a gente que pagó por asistir a mis clases. Se supone que se inscribieron porque desean explorar la escritura. Suelen decir cosas así en el primer encuentro. Probarse en la ficción, hacer lo que siempre quisieron, jugar con las palabras, cumplir con lo que llaman asignatura pendiente. Pero a la hora del acto sucede algo que les ata las manos y no sé qué es. Quizás tenga relación con lo que a mí me pasa en las clases de yoga. El instructor resulta demasiado exigente. Las posturas son difíciles de armar y mantener. Duele todo. Pero él insiste. Sostengan, dice. Dos respiraciones más y listo. Quizás deba deslizar cosas así en el taller. O no decir nada. O pedir a mis alumnos que se concentren en un punto fijo. Eso dice el instructor de yoga. Un punto. Y que a partir de ese eje se disparen sin dirección determinada como si el mismísimo buda los estuviera esperando al final del camino.
L.

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