martes, 1 de mayo de 2012
Aguas de mayo
Los que alguna vez creímos en la revolución como salvación del mundo estamos transitando un largo duelo. No porque hayamos perdido la esperanza en cambios de fondo sino porque nos vemos envueltos por un contexto más complejo de lo que pensábamos. Muchas revoluciones se devoraron a sí mismas y los trabajadores, por ejemplo en España, se ven disminuidos en número y poder por recortes brutales que obligan sobre todo a los jóvenes a quedarse de brazos cruzados, a luchar como indignados hasta donde puedan o a irse del país con rumbo incierto. Las fábricas no son islas socialistas, la mayoría de los dirigentes obreros defienden a los capitalistas y el mundo, más en general, no parece encaminarse por caminos de transformación y justicia. Los que aún aspiran a cambiar la vida no pueden proteger a la humanidad de la locura o el suicidio. No hay salvación total para nadie. Pero, ya lo hemos dicho acá, la totalidad es totalitaria. Los trabajadores sostienen la existencia y de ellos, diría Jesús, será el reino de los cielos. Los que trabajan no se conforman ni con nubes ni con arpas ni con ángeles sino con un lugar seguro donde vivir y soñar, quizás, con la revolución profunda que añoraban las generaciones pasadas. Mayo está lleno de recuerdos. No sólo por el día de los trabajadores que ayer conmemoramos. También por el Mayo Francés del 68 donde los jóvenes advertían, a quien quisiera escucharlos, que debajo del asfalto está la playa. Y que si somos realistas debemos luchar hasta el fin por lo imposible.
L.
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