sábado, 7 de julio de 2012
Afuera del tiempo
Veo a mi gato a veces y siento, presiento, que el tiempo no existe para él. Se deja estar en los techos o en el sillón azul, las patas estiradas, la cabeza doblada, casi pegada al cuello peludo, inflado como un globo o delgado como un cabello. Las horas que pasan son menos que nada para él. Tiene la edad de morirse y ni siquiera eso le preocupa. Y no le importa porque no lo sabe. Y no lo sabe porque está colocado afuera del tiempo y el espacio. Es una partícula invisible como los neutrinos. Vive aturdido ya no por pensamientos sino, justamente, por su imposibilidad de pensar. No dice palabras. ES. Y yo envidio a mi gato por eso. Y lo quiero por la misma razón.
L.
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