Lea, una ex novia brasileña, criticaba mi tendencia a vivir aprobando decretos de necesidad y urgencia, adoptando graves decisiones, inesperadas tomas de posición sobre los temas más diversos. Esta mañana, unos doscientos años después, volví a hacer lo mismo que Lea criticaba. Tomé tres o cuatro decisiones graves como resultado de una buena ducha, meditaciones al paso y un largo trabajo con mi alma. Pero, maldición, esta misma tarde traicioné por lo menos una de esas tres o cuatro resoluciones totales y definitivas. No pude aplicar el decreto matinal. Tuve la voluntad de hacerlo. Pero no pude.
L.
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