Un hombre no nace para ser marido, periodista, mujeriego, futbolista o militar. Una mujer no nace para ser esposa, madre, puta, estudiante, cantora, ama de casa o tarotista. Un hombre y una mujer no nacen para esto o aquello. Extraños deportistas se encargan, sin embargo, de convertirlos en esto o en aquello. Para realizar su obra los ejecutores cuentan a veces con la resignada complicidad del hombre y la mujer. Pero sólo a veces. En ocasiones el hombre y la mujer prefieren, en vez de ser hablados por otros, hablar ellos con voz propia. Semejante audacia tiene premio. Es, de alguna manera, como nacer de nuevo. Y en tal caso, ¿quién los para?
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario