jueves, 10 de noviembre de 2011
Desnudos y desesperados
Me informa una amiga que hizo una nota acerca de los swingers. La hizo para un diario de circulación nacional. El detalle es que uno de los lugares visitados queda a metros de mi casa. Nunca supe qué cosa era porque el sitio no tiene carteles sino ventanas oscuras que dan a la calle. Desde adentro sale música fuerte -como golpes en los tímpanos- y en la puerta hay dos patovicas en estado de alerta y vestidos de negro. He visto entrar parejas extrañas al lugar pero eso es todo. Digo extrañas porque se trata de gente grande que llega en camionetas cuatro por cuatro. Las mujeres usan minifaldas excesivas, también ellas son excesivas, y los hombres, al menos los que alcancé a ver, son gordos y pelados y usan anillos y cadenas de oro dudoso. Eso sería lo raro. Ahora, luego de leer la nota de mi amiga, entiendo mejor lo que pasa en el interior. Sé por ejemplo que hay un concurso femenino denominado gangbang en el cual ganan las mujeres que tienen relaciones sexuales con mayor cantidad de hombres. El premio es un televisor con pantalla gigante o un reproductor de cds. La que ganó el jueves último, cuenta mi amiga en su nota, llegó a treinta coitos en una sola noche. Eso figura en la sección nuevas tendencias del diario en cuestión. Nuevas tendencias. Treinta veces. Un señor se ocupa de contar los preservativos arrojados a un dispositivo especial relacionado con el concurso. Mucha gente desnuda y desperada asiste a estos clubes. Al parecer hay cinco o seis en Buenos Aires. Desnudos y desesperados. Cero afecto. Cero todo. Un divertido conjunto de perros y perras metidos en un canil. No voy a hacer valoraciones morales ni de otro tipo. Mostrar y no decir, suelo indicar en mis talleres de escritura.
L.
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