El arte que se ejerce sin conciencia, casi como una necesidad fisiológica, el arte de los locos, los niños y los marginales, recibe el nombre de arte bruto. Uno de sus grandes cultores ha sido Clement, un granjero francés que vivió en el siglo XIX y a quien un buen día se le ocurrió estrangular a su mujer. Lo encerraron en una cabaña solitaria y bien custodiada. Una noche el recluso empezó a tallar con una cuchara los muros de madera de su extraña prisión. Los guardias le sacaron la cuchara y Clement siguió tallando con un palito. También se lo quitaron. Pero él continuó con un alambre y finalmente con las uñas. En dos años la cabaña quedó convertida en una obra de arte maravillosa. Cuando lo liberaron nunca más volvió a tallar nada.
L.
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