martes, 31 de enero de 2012

Cangrejos

Andaba descalzo anoche por una playa desierta hasta que inesperadamente vi un cangrejo. Se movía en la arena con asombrosa energía y avanzaba hacia atrás. Como si recordara. Pensé. Los únicos cangrejos que encontré en mi vida estaban reducidos a carcasas resecas, vacías, sin color. Pensé también. Los cangrejos son marginados espirituales. Nadie los quiere. Ni los pescadores. Algunos turistas que la van de exóticos se los comen en restoranes finos. Pero eso es todo. Pensé además. Los cangrejos se ofenderían si supieran que a veces los llamamos crustáceos. Qué palabra tan rara. Crustáceos. Se sentirían ultrajados y con razón. No somos crustáceos ni nada, dirían. Ni siquiera cangrejos. Apenas somos algo que avanza o retrocede sin rumbo en la arena infinita. Medité en silencio y me fui mientras miraba cómo se alejaba el cangrejo hasta volverse casi una semilla. Acaso influido por el encuentro caminé hacia atrás. Muy atrás. Como si recordara.
L. 

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