miércoles, 18 de enero de 2012

El show de la intimidad

No entiendo los blogs, no entiendo feisbuc, no entiendo twitter. Y eso que ando por esos lugares a veces tratando de ser moderno. Todo el mundo me dice que debo actualizarme y lo hago así cumplo con el mandato general. Pero no entiendo a esa gente que cuenta las cosas que hace durante el día como si tuvieran alguna importancia. Todos hacemos básicamente las mismas cosas. Comemos, vamos al baño, dormimos, pelamos manzanas, amamos si tenemos suerte y odiamos en caso de ser necesario. Todos tenemos así sea una idea básica de las cosas del sexo. Pero tampoco ahí hay interés alguno. Por eso los grandes escritores, por ejemplo Onetti o Flaubert, aspiraban a una literatura sin hechos. Porque no hacen falta las aventuras para sentir o crear. La procesión va por dentro, nace de evocaciones remotas, cosas invisibles que sólo en contadísimas oportunidades se vuelven visibles. Nada de lo que importa está en las redes sociales. Tampoco en la vida misma y sus detalles banales. El show de la intimidad, las fotos, los comentarios, todo eso, no le sirve a nadie. Salvo que con ese material se haga una obra perdurable, en fin, mejor dejarlo pasar. Pero no. Ahora la ropa interior pasó a ser más importante que todo. Ni siquiera sé para qué digo todo esto. Si igual es inútil. Hablar hoy de arte, ficción o recuerdos genera un rechazo global. Por si acaso aviso. Este blog no está en esa. No sabemos dónde mierda está. Pero no está en el show del yo. Y eso es, sí, definitivo.
L. 

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