lunes, 23 de enero de 2012

Las manos del verano

Las manos del verano pueden acariciar y asfixiar al mismo tiempo. Son capaces de derretir cubos de hielo y convertirlos en sudor o en ríos o en mares. Las manos de verano pueden calentar los recuerdos apagados. Y es entonces cuando la vida entera se vuelve fogata y el problema, cabe aclarar, no es el incendio sino el tamaño de las llamas. El incendio ilumina el mundo. Pero cuando el tamaño supera al tamaño todo se vuelve más difícil, pasos en cámara lenta, algo que gotea entre los pelos del pubis, ojos que esperan noticias del cielo, es decir, vientos huracanados provenientes de los polos. Las manos del verano son peores que el mecano, un juego antiguo y raro que, aún así, arma burbujas de silencio en el desierto de los ruidos.
L.

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