domingo, 29 de enero de 2012

Elogio del aburrimiento

Me pregunto a veces qué haría la gente, hablo en general, si le quitaran los entretenimientos eficaces, impuestos y socialmente aceptados. La lista no es larga. Celulares, facebook, fútbol, recitales, twitter, películas, teatros, fiestas, drogas, alcohol, bares, galerías, viajes, televisión, lectura de blogs. ¿Qué haría el mundo ante semejante y horroroso vacío? Una opción podría ser el suicidio masivo e inmediato. ¿Para qué vivir sin todo eso? ¿Qué sentido tendría? Pero no debo exagerar. Existe la alternativa de retomar juegos sencillos como la rayuela, los dados, el canto, las carreras de embolsados, la actividad sexual y/amorosa, las cartas, dibujar garabatos en libretas. Habría sin embargo un tercer camino que en este acto voy a proponer. Entregarse al aburrimiento. Dejarse atravesar por la nada. Una vez ubicados en ese punto ciego podríamos contemplar el mundo, contemplarnos también desnudamente del derecho y del revés, pensar, pensarnos y actuar en consecuencia. Heidegger dice que sólo en ese estado de inanidad asoma el ser de cada uno, es decir, lo esencial. Pero al parecer ese raro momento de iluminación o satori, como lo llaman los budistas, sólo se alcanza en estado de total y absoluto aburrimiento.
L.

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