La felicidad, al parecer, está afuera. Lo dicen por la radio, lo dicen en los diarios, lo repiten los amigos de Facebook, las novias, los novios, las adúlteros y los coleópteros. Todos coinciden en ese punto. ¿Y afuera dónde? En lejanos países, conociendo gente nueva, comprando cosas ricas, devolviendo otras, mudándose de hogar, saltando de sexo en sexo y de saxo en saxo. La desgracia, en cambio, está adentro. Por eso ningún pensamiento, ningún sentimiento, ningún arraigo a nada y mucho menos concentración. La vida está en otra parte y habla en otro idioma. Los cultos suponen que está en los libros, en el cine o en el teatro. Los adictos a Internet buscan en las redes sociales, los enlaces, videos, noticias que llegan del exterior. Nunca se sabe. Quizás no vaya por ahí la cosa. O no solamente por ahí. Lo dicen los budistas, los antiguos griegos, los taoístas y los tarotistas. También los adictos al sexo. Estos últimos buscan metiéndose lo más posible. Y después de la íntima incursión, quién sabe, hasta puede nacer un lindo bebé. A veces, si bien la mismidad también abruma, hay que buscar adentro. Bien adentro.
L.
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