Al finalizar el año los nativos iroqueses se daban a un extraño divertimento que llamaban festival de sueños. Cuando despertaba la tribu todos sus integrantes jugaban a adivinar qué había soñado cada cual durante la noche. Hombres y mujeres, disfrazados de distintos modos, caían en un estado de desenfreno. Los varones, cubiertos con pieles, rodeaban a las mujeres que, muertas de risa, negaban los sueños libidinosos que los varones les atribuían. Ellas, a su vez, trataban de adivinar las fantasías nocturnas masculinas. Al mediodía, según lo subraya el antropólogo James Frazer en La rama dorada, el festival de sueños era algo demasiado parecido a una orgía.
L.
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