lunes, 27 de febrero de 2012

Los cambios

No hay por qué andar cambiando de trabajo, de pareja, de país, de vocación. No hay por qué mudarse de casa todo el tiempo. Ni cambiar de auto, perro o nacionalidad. Suele compararse la estabilidad emocional con la chatura, la cobardía, la rutina. Pero no siempre es así. A veces el gran cambio es la constancia, la permanencia y la insistencia. A veces la revolución se torna evolución lenta, abierta, profunda. No hay por qué experimentar todo el tiempo con cosas nuevas. Los cambios se producen de todos modos sin necesidad de planes. Ni siquiera hay que ocuparse de la cuestión. Cambiamos, en todo caso, para ser fieles a nosotros mismos. Y justamente para ser fieles a nosotros no cambiamos y nos limitamos, sí, a continuar.
L.

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