Ya sea por indiferencia, falta de información o complicidad, la minería a cielo abierto se está imponiendo en la Argentina y en casi todo el resto de América Latina y el mundo. No voy a abundar en argumentos porque quien quiera enterarse puede hacerlo. Ese tipo de minería ha sido prohibida en por lo menos diez países. Lo central no es el uso de cianuro u otros elementos contaminantes sino el uso y abuso de agua y energía, recursos escasos, la destrucción de los glaciares, del patrimonio cultural y natural de las comunidades y el envenenamiento progresivo de hombres, mujeres, niños, animales y plantas. Insisto. Quien quiera informarse para negar, discutir o confirmar estos dichos sólo debe limitarse a hacerlo. El tema ya fue investigado y aclarado suficientemente en muy abundante y rica bibliografía. Los estudios de campo fueron realizados por expertos insospechados de ser fundamentalistas de la ecología o de tener algún interés contrario al progreso. En 2007 un estudio de la Universidad de Jujuy reveló que el 81 por ciento de los niños de la localidad de Abra Pampa tienen plomo en la sangre como resultado de los residuos tóxicos dejados ahí por la fundidora Metal Huasi. Esa fue la bonita despedida de esa mina a cielo abierto. Y esa será la misma despedida organizada por los trescientos proyectos mineros puestos en marcha en el país. Solamente la lucha comunitaria, política y social, podrá evitar, como ya lo está intentado en muchos lugares, esta crónica de una muerte anunciada.
L.
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