Parece haber en todas partes una pasión generalizada por lo simple. Es más. Parecería que lo simple existe verdaderamente. En los sitios virtuales para buscar pareja, por ejemplo, hombres y mujeres se definen a sí mismos como simples, es decir, cualquier cosa menos retorcidos, complicados, raros, tóxicos, psicópatas, manipuladores y otros adjetivos de uso común. Casi todos aman la vida al aire libre, la felicidad en cualquiera de sus formas, los viajes, el amor, la música pegadiza y los asados a punto. No mucho más. Y eso es llevado luego a todos los terrenos de la existencia. Los libros deben ser también simples. Las conversaciones deben ser obvias. Los amores deben ser convencionales. Los mails y hasta las emociones no pueden contener ni un pelito de sombra. Todo debe ser pasado por el filtro de algo llamado sencillez. Qué lindo. Pero ninguna vida es simple. El día de hoy es raro, la noche es complicada, a veces ni dormir se puede. Y de cerca, para colmo, nadie es normal.
L.
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