jueves, 31 de enero de 2013
miércoles, 30 de enero de 2013
¿Salvarse por la escritura o el amor?
La pregunta surge naturalmente luego de leer cualquier biografía de la escritora estadounidense Carson McCullers (1917-1967). El tema central de su vida y su obra fue el amor. Pero como suele suceder no fue el amor su salvación sino más bien su desgracia. Amó, eso sí, como ninfómana. Necesitó poseer a todos los que la desearon, incluyendo en la lista a su torturado esposo Reeves McCullers. Media vida la pasó postrada. Se enfermaba, se reponía y volvía a caer. La lectura de alguno de sus cuentos, por ejemplo Correspondencia, o alguna de sus novelas, por ejemplo Reflejos en un ojo dorado, alcanza para enamorarse de McCullers para siempre. Su devoción por el acto de narrar fue total y superó largamente a las demás y sombrías facetas de su existencia. En eso fue drástica. Casi anormal. Cuando era chica se negaba a salir a jugar porque siempre estaba ocupada tomando apuntes en su libreta de notas. Casi se hunde por amor. Pero si algo la salvó fue, sí, la escritura.
L.
El extraño caso de las tortugas gigantes
Mientras un ser vivo crece no envejece. Voy a tomar el ejemplo de las tortugas gigantes. Muchos hombres y mujeres se han preguntado con envidia cómo pueden esos animales llegar a 300 años de edad cuando nosotros debemos morir mucho antes. Respuesta. Las tortugas gigantes cesan de crecer pocos años antes de su muerte natural. Cuando cumplen los doscientos años de edad (no sé si festejan) todavía están creciendo. Es cierto que no lo hacen con la misma energía del principio. Pero crecen y eso las mantiene jóvenes. No las cremas. No las tetas duras. No el gimnasio ni las cirugías plásticas. No los productos antiage. Crecer -en todo sentido- es el único tratamiento efectivo para alcanzar la eterna juventud.
L.
L.
Amores perros
Cuando un perro está en celo se aparea con la primera hembra que encuentra. Entre los perros no existen inclinaciones o simpatías personales. Puede haber un capricho pero no más que eso. Todos los machos desean copular con todas las perras. Cada perra, a su vez, se ve atraída por uno, dos o tres machos de la especie. Pero es capaz de manifestar agrado o desagrado durante muchos años por los mismos perros. Este último comportamiento resulta extraño. Ocurre que la atracción y el rechazo no son producto de un capricho pasajero sino que dependen de actitudes casi humanas. Cuando la época de celo termina para las perras vuelven de modo sorprendente y repentino a sus antiguas amistades y muestran los dientes a los nuevos postulantes al acto de apareamiento. En conclusión, y de acuerdo a los más recientes estudios científicos, hay una especie de simpatía en los amores perros que no depende ya del instinto sexual.
L.
martes, 29 de enero de 2013
Aguas vivas
Yo tendría quince años entonces y miraba el mar desde la playa. Era la primera vez que iba de vacaciones sin mis padres. Junto a un grupo de amigos compartíamos una casa ubicada a cuatro cuadras del mar. Para esa época yo no sabía lo que un hombre debe saber. Pero empezaba a intuirlo. Apareció una tal Leonor a quien admirábamos porque fumaba. Eso podía indicar otras cosas. Fumaba, se llamaba Leonor y tenía pechos apenas cubiertos por el pelo esparcido sobre los hombros más la parte de arriba de la malla. Era demasiado. Pero nadie sabía nada. Ni siquiera Leonor. Yo parecía un sonámbulo en la orilla. Miraba el mar desde la playa con los pies apenas cubiertos y semihundidos en la arena húmeda y oscura. Ese era un día de aguas vivas. Mucho calor. Viento caliente y granitos de arena metiéndose incluso ahí. Miraba el mar sin interés. De pronto sentí que dos manos que venían de atrás cubrían mis ojos con firmeza. El mar se esfumó de pronto. El mar y la inocencia. Nunca nadie había hecho conmigo semejante cosa. Ni jugando. Sentí el extremo de los pechos de Leonor levemente pegados a mi espalda. La reconocí por el aliento a tabaco. ¿Quién soy?, preguntó ella. Traté de hablar pero no pude.
Y así empezó y terminó mi debut sexual.
Y así empezó y terminó mi debut sexual.
L.
Quién
¿Quién no cree en esto o en aquello? ¿Quién no se desangra en la lucha? ¿Quién no llora pensando en el mar? ¿Quién no duerme en un lecho de amapolas? ¿Quién no posee un silencio, un tiempo, una música? ¿Quién no baila su propio ritmo? ¿Quién no tiene un sexo para alegrarse, una palabra en que sentarse, una manía para tener vergüenza? ¿Quién no tiene vergüenza de ser?
¿Quién no está enojado con la muerte?
¿Quién no está enojado con la muerte?
Yo.
Artistas fracasados
Cuando doy talleres de escritura o clases de periodismo surge de pronto el nombre de algunos artistas y escritores y se me da por contar la vida de algunos de ellos. Hablo por ejemplo de Borges y digo que, entre otras cosas, no tuvo o no se le conoció vida sexual. Pobre, dice alguien. Pobre hombre repiten otros. Menciono después a Fernando Pessoa, el mayor poeta del siglo XX, y cuento que tuvo una única novia. Y digo que era bebedor. Y deslizo el dato de que en el único concurso literario al que se presentó salió segundo. Pobre, dice alguien. Pobre infeliz, repiten otros. Suele pasar lo mismo cuando hablo de Egon Schiele, mi pintor y dibujante preferido. Murió muy joven de gripe española. Fue acusado de pornógrafo. Se enamoró de su hermana. Lo metieron preso. Pobre, dice alguien. Un loco, un desgraciado, un maldito fracasado. En tales casos no sé qué decir. Podría seguir, claro. Recordar que Hemingway y Van Gogh se suicidaron al igual que Pavese y Pizarnik. El auditorio acabaría pensando que también yo soy un pobre tipo que se la pasa leyendo a escritores depresivos como, no sé, Juan Carlos Onetti. Daría la impresión de que todos los demás son felices. Y que los artistas, pobres, no supieron disfrutar de la vida como nosotros. No tenían cuenta en Facebook. No salían de shopping. Vivían desconectados y atrasados en todo. Pobres, sí. Pobres fracasados los artistas.
L.
lunes, 28 de enero de 2013
Escena
El hombre, un anciano en realidad, avisa que tiene cáncer de pulmón. La enfermera anota el dato en un papel. Cáncer de pulmón y un absceso en la pierna izquierda. La enfermera le pide al hombre que se baje los pantalones. Todo ocurre en la guardia de un hospital público. No alcancé a ponerme el calzoncillo, advierte el hombre, un anciano en realidad, al obedecer la orden. Levántese un poco los testículos, ordena ahora la enfermera como si nada. El hombre se queja de un dolor en el pie pero cumple la orden. Todo sucede en la guardia colmada de un hospital público. Escucho lo que ocurre cortina por medio. La enfermera le avisa al hombre desnudo que quedará internado por unos días. El hombre ya no se queja y respira profundo y lento. Trato de imaginar la escena y el desplazamiento genital pero no puedo. También estoy acostado y me duelen varios músculos. Tengo el calzoncillo puesto y por ahora nadie me pide que me lo saque. Mejor así. El anciano, un pobre hombre en realidad, piensa en la muerte y hace bien. Ya puede bajar los testículos, desliza la enfermera en voz más apagada. Llegan las técnicas del laboratorio. Con ellas vienen los resultados a cara o gruss. ¿Usted es hipertenso? Preguntas como esta se suceden rutinariamente. La guardia es la casa de la verdad. Dos médicos hablan de sus próximas vacaciones en Uruguay. Una enfermera le dice a otra que prefiere sus gatos a la gente. Puedo entenderla. Un médico alto, tan alto que su cabeza llega a tocar el techo, está sentado en una camilla de paso. ¿Toma alguna medicación? El absceso empezó a supurar. Mañana o pasado el hombre de al lado no estará en este mundo. Tampoco en otro. Dejará de estar y punto. La conversación se desvanece. Cierro los ojos y sueño. Desaparezco. Las chicas del laboratorio vuelven a atrasarse. ¿Usted es hipertenso? Lo que no me gusta es cuando los gatos suben a la cama, dice la enfermera de guardia. Los testículos vacilan y caen. Te llenan todo de pelos y así no se puede vivir.
L.
domingo, 27 de enero de 2013
Películas
Las películas, aún las malas o ligeramente mediocres, organizan un poco las mentes desquiciadas. Por ejemplo la mía. No sé sabe cuál es la causa pero así es. Uno puede estar mal o muy mal, abandonado por alguien, aplastado por alguien, insultado gavemente por alguien, meado por los perros, lo que sea. Pero empieza a ver una película más o menos bien hecha y algo, no sé qué, empieza a organizarse en el alma al ritmo de las escenas. Y por peor que sea el film uno sale mejor de la experiencia. Es como prender la luz. Como abrir una ventana. No. No es eso. La curación por vía cinematográfica tiene que ver con recortar un poco el yo en expansión, o, para decirlo con un término culto, bajar en parte la insoportable cuota de mismidad.
L.
L.
5100
Este blog acumula ya 5.100 textos, imágenes, músicas, provocaciones, videos y obscenidades brutales. Los visitantes no encontrarán acá mensajes positivos, prosa de autoayuda, frases solemnes o historias confesionales. Suspende es una apuesta a algo desconocido pero cierto. Por eso tiene cada vez menos lectores y cada menos comentarios al pie de los posteos. El blog está vacío y en eso está su jactancia y la garantía de su permanencia.
L.
L.
sábado, 26 de enero de 2013
Malas palabras
Los sentimientos mal llamados profundos deberían expresarse con palabras triviales. Esta idea no goza de muchos adherentes. Al contrario. Casi todo el mundo está convencido de que en tales casos deben utilizarse palabras solemnes, poéticas, impactantes. Por alguna razón se idealiza la literatura y se supone que la mejor de todas está compuesta de grandes frases, por ejemplo, las que se ven en Facebook presentadas con caracteres gigantescos. Parecería ser que decir cosas sencillas y concretas como te quiero, estoy desesperado, tengo miedo, tengo hambre o te quiero coger (perdón) es algo propio de la gente vulgar. Por lo menos, se nos pide, que no falte una cita de Borges o Platón. Y si el agua de mar golpea un arrecife hay que decir no que lo golpea o lo asalta sino que "lo horada", un verbo que no se entiende pero suena bien. Pero nada tiene que ver eso con el arte de verdad. A veces los mejores poemas están escritos con marcador en la puerta de los baños públicos.
L.
viernes, 25 de enero de 2013
Honduras
Me hundo entre las honduras más hondas y secretas de su alma, es decir, de su cuerpo desnudo y hondo tras la lluvia, de su enigma jamás aclarado, sombra de otra sombra, hundido en sus honduras y oscuras guatemalas, dormido ahí, como un ciego, como perros de la playa copulando, es decir, salvándose y hundiéndose en el alma seca de las perras, perdiéndose en ellas hasta alcanzar el mar donde el cuerpo se limpia de turbias y tan hondas honduras del dolor.
L.
Urgencias
¿Por qué beber tanto? ¿Por qué comer tanto? ¿Por qué hablar tanto? Hoy no tengo a quien hacerle estas preguntas. Deberíamos admitir que nuestra vida es muy estúpida. Muy vacía también. Entonces la llenamos con bebidas, comidas, palabras, decibeles y claveles. Pero por qué. Es tan urgente enamorarse, alimentarse también de esperanzas, beber a grandes tragos los jugos del cielo que mojan y remojan la ciudad violenta. ¿Pero por qué tanto y tan poco? Por favor ayúdenme a salir, dijo el hombre. Si sigo aquí voy a ahogarme.
L.
jueves, 24 de enero de 2013
Saber demasiado
Saber demasiado es una desgracia mayor que no saber nada. Tantos genios me rodean que la situación resulta ya desesperante. En el fondo los admiro. ¿Cómo hacen para vivir sin una duda? ¿Cómo se las arreglan para negar toda posibilidad de cambio, desvío, crecimiento y angustia? ¿No fue acaso la duda lo que impulsó el motor del conocimiento a lo largo de toda la historia humana? Al parecer no fue así. Al parecer la existencia está perfectamente medida, planificada, organizada y establecida por los siglos de los siglos. Los perdedores somos los que miramos el mundo con desconcierto. Los inseguros. Los caídos del mapa. Pero aún así. Saber demasiado sigue siendo una desgracia mil veces mayor a la desgracia de no saber nada de nada.
L.
L.
Promesa
Descubro entre mis papeles una hoja de computadora donde se lee, con letras dibujadas a mano, una frase potente. Yo te amo por siempre jamás. Eso dice. Seis palabras rodeadas de dibujos de peces y un gato, imaginado de espaldas, que bien podría ser el mío. Yo te amo por siempre jamás. ¿Quién lo habrá escrito y cuándo? ¿Y a quién se dirige semejante declaración? La letra es irreconocible pero los peces y el gato responden claramente a los únicos animales de mi casa...sin contar al dueño. Yo te amo por siempre jamás. Pienso en lo que pensaría si lo que leo estuviera dirigido a mí. Tendería a no aceptar la profecía. Nadie puede amar sin límites. Nadie. Y es más. Si la promesa es tan grande la sospecha está a su altura. Ante el inevitable pesimismo, aún así, hay una incandescencia evidente y perturbadora. Lo que dice la frase conmueve y enamora. Ojalá sea cierto. Ojalá que la promesa sea eterna, sí, mientras dure.
L.
Romper el cristal
La poesía -dice o dijo Lacan- es violencia contra el uso cristalizado de la lengua. Esto significa muchas cosas que naturalmente trascienden la lengua para abarcar la existencia en un sentido más amplio. Y también al cuerpo donde algunas palabras deben ser soltadas antes que se queden encriptadas en el cuerpo. El uso cristalizado de la lengua es regla en las llamadas redes sociales. Gobiernan las frases hechas, las declaraciones solemnes, vacías en su insufrible claridad. Cuando algo se entiende de inmediato sin intervención del pensamiento o la experiencia es porque ese algo carece de toda importancia. Si están cómodos, dijo anoche mi instructor de yoga, es porque están haciendo mal la postura. En resumen. La vida, como la poesía, es violencia contra el uso cristalizado de la vida.
L.
L.
miércoles, 23 de enero de 2013
Falta algo
Como una novia que devuelve el anillo tras una pelea. Así vino hasta mí esa mañana. El mar oscilaba lejos y nosotros permanecíamos sentados en un viejo escalón de madera. Ella me dio el libro que yo le había prestado en Navidad. A mi vez le devolví un mate, un corpiño, dos tomates que no usamos en la última ensalada. Parecía una novia que arroja su anillo al agua. Yo intenté unas palabras que se quedaron sin aire a mitad de camino. Falta algo, le dije. Falta algo, confirmó. A esa altura parecíamos dos fantasmas tristes. Y eso fue lo que pasó cuando terminó todo o casi todo entre nosotros.
L.
The Truman World
Gran parte del mundo vive en un mundo feliz y no lo sabe. Ahí no hay conflictos y ni siquiera hay muerte. Apenas transcurre una existencia guiada desde lejos. Buenos días, dice alguien. Buenos días, responde un robot. Los vecinos son afectuosos, las esposas dulces o violentas según se prefiera, los empleados jamás se enojan, los adolescentes no se alejan nunca de sus padres, las parejas son parejas siempre. Se trata en cualquier caso de una esfera idealizada, sin pasiones, sin errores, sin amor y sin dolor. Una burbuja que sólo entrará en riesgo si por lo menos un único habitante se desnuda, grita o le prende fuego a las flores de plástico que ahogan el divino jardín.
L.
Cada vez más bajo
Tan preocupados estábamos con volar alto muy alto, hasta casi tocar las estrellas más lejanas y frías, que olvidamos la importancia de volar bajo muy bajo, hasta casi tocar el centro de la tierra. Hacerlo es necesario no sólo para las aves sino también para los hombres y mujeres. Dejar de lado la trascendencia, las divinas palabras, los discursos. Mezclarse al menos un poco con lo sucio, lo desechable, lo residual, con el deseo que reprimimos justamente por considerarlo indigno de la cultura. Hasta la gaviota más hermosa baja repentinamente al mar para comer algo, copular o, simplemente, descansar. En resumen. No hay vuelto alto sin vuelo bajo.
L.
martes, 22 de enero de 2013
Novias de humo
Leo en un diario una noticia que puede interesar a los que se sienten solos pero quieren presumir de lo contrario en las redes sociales y sin temor a ser juzgados como patéticos. Se trata de un nuevo servicio online que por la módica cifra de cuarenta dólares ofrece una novia virtual que figure como tal en Facebook. Una vez hecho el depósito el sitio brasileño namorofake.com inventa a una persona inexistente que sin embargo comentará en el muro, dirá palabras dulces o saladas, hará incluso proposiciones públicas, decentes e indecentes. El servicio, qué pena, funciona apenas por una semana. Pero se lo puede prolongar hasta un mes, tiempo suficiente para sostener una relación virtual, por la no tan módica suma de cien dólares. Todo esto y mucho más fue anticipado por Ray Bradbury en Fharenheit 451, la novela que a mediados del siglo pasado se adelantó brillantemente al porvenir.
L.
Una relación pornográfica
Una pareja que se conoció por un aviso en el diario se encuentra todos los jueves en el cuarto de un hotel por horas. El objetivo inicial es concretar una fantasía sexual que ambos valoran especialmente. Con el tiempo los protagonistas descubrirán que el sexo es alma y que el alma suele tender sutiles trampas. En la historia -que ha sido base de un film de culto y de una obra recién estrenada en Buenos Aires- sobrevuela la desoladora idea de que el sexo, llevado al terreno de la obsesión por lo absoluto, acaba destruyendo a los amantes o, al menos, al intenso vínculo que ellos se habían propuesto establecer en un principio. Algo no muy diferente es tema de Último tango en París -un clásico de Bernardo Bertolucci- y de El imperio de los sentidos, la durísima fábula del japonés Nagisha Oshima.
L.
lunes, 21 de enero de 2013
El otro cielo
Hay seguramente otro cielo, otra vida, otros caminos posibles. No puede ser que todo se limite a un único cielo, una sola vida, un solo camino. Hay mundos paralelos, hay confianza, hay puertas que se abren para no volver a cerrarse jamás. Por un tiempo el miedo nos aleja del puerto y los barcos desaparecen por el horizonte. Pero finalmente entendemos que hay otros cielos, otra vida, otros caminos posibles. Se requiere abrir los ojos por lo menos una vez.
L.
L.
domingo, 20 de enero de 2013
Hablar menos
El diálogo (lo dijimos acá en ocasiones diversas) está sobrevalorado. Las conversaciones no llevan lejos. Tampoco los silencios. Mucho menos las medias palabras. O los rodeos. ¿Cómo entonces pueden entenderse las personas, las parejas, los amigos, los padres con sus hijos y los poetas? Quizás no se trate de entenderse sino de saber. Quizás no se trate de buscar sino de encontrar. Hablar menos entonces. Antes y después de la palabra...el acto.
L.
L.
sábado, 19 de enero de 2013
La ausencia
¿Presencia o ausencia? La respuesta no es simple. Y no lo es porque ambas situaciones tienen su lado oscuro y luminoso a la vez. La presencia nunca es total. Nos afecta sólo por momentos o está lejos de lo imaginado. La ausencia, que tampoco es total, resulta muy higiénica. Lo que nos falta es invisible y mudo. Perfecto casi. Se lo puede adorar en silencio y no genera discusiones. Da lugar al sueño y la fantasía. No cansa. Despojado de un otro el yo se convierte en rey. Nadie por aquí/nadie por allá. Pero además la ausencia puede ser encubierta por presencias virtuales. Un millón de voces y fotos que se ofrecen por monedas como putas del puerto. Llega un momento, aun así, en que los encuentros ganan por cansancio. En tales casos no importa ya más nada. Y la respuesta del alma es el cuerpo.
L.
viernes, 18 de enero de 2013
Junco
En todas la misma oscuridad, el silencio, la juventud que trasciende la dureza de las carnes. Débil la rosa que el agua balancea. Fatigada luz que la noche extingue. En todas busca el viento del fuego derrotado. Tierna es la carne, muda y tan lenta. Busca en todas la música de siempre. Y si la oye no queda nada por hacer.
L.
Crónicas marcianas
Veo una foto reciente de una llanura rodeada de montañas no muy altas. Es la que se apoya cómodamente encima de este texto. La imagen no fue captada en la Tierra sino en el planeta Marte. Se ocupó de ello un robot estadounidense llamado Curiosity. Llegó al planeta rojo en agosto último tras un viaje de 36 semanas y luego de recorrer 248 millones de kilómetros. Impresiona en la foto el parecido extremo con tantos paisajes terrestres, desérticos, desolados, melancólicos. Y a continuación la inevitable pregunta tan aplicable a viajes incluso más cortos. ¿Hacía falta ir tan lejos para estar acá?
L.
Lo que se aleja
Lo que se aleja no tiene nombre. Como el deseo. Como la verdad. La nave se aleja y deja en el aire un perfume de mujer. De pronto lo que estaba cerca se desprende como esos pedacitos de hielo que caen al abismo. Y uno siente la distancia y no sabe qué hacer con los remos. Entonces los deja caer como perros muertos. Y usa los brazos, las manos, incluso los dedos. Pero no es lo mismo.
L.
jueves, 17 de enero de 2013
Salvación
Considerado con tabla de salvación el amor no funciona. Las fallas son evidentes y han sido largamente comprobadas por los navegantes. Lo dicho no le quita valor al vínculo amoroso. Al contrario. Sus virtudes son tan obvias como sus defectos. Nadie podría negarse a compartir y disfrutar la vida con alguien. Pero el amor no debería ser idolatrado como un dios libre de sombras. Recordar estas cosas no ayuda. Pero olvidarlas puede ser fatal.
L.
L.
miércoles, 16 de enero de 2013
Y es tan difícil sostener un espacio como éste. Tan pero tan difícil escribir y escribir como si nada más importara, como si se tratara de cumplir con una promesa religiosa, como si persistir con las palabras que no son nada y lo son todo fuera casi una especie de fe o acto sagrado. Pero tan difícil seguir adelante, alimentar, raspar la olla del alma como si buscáramos ahí el secreto de la salvación. Pizarnik ya lo sabía. Es tan lejos buscar. Y tan pero tan cerca saber que no hay.
L.
L.
Botánico
El encuentro fue en el Jardín Botánico y el objetivo por lo menos manifiesto era hablar sobre el nuevo trabajo. Yo debía explicarle a Nora la carga horaria, lo que se necesitaba de ella en la biblioteca, la siempre enojosa cuestión de los francos y otros temas por el estilo. Nora llegó tarde como siempre lo hacía desde que la conocí por casualidad en un pasillo de la facultad. Eso fue hace años y no viene al caso. La demora fue compensada por el vestido que se había puesto. No parecía apropiado para una cita laboral. Azul oscuro con dibujos de mariposas amarillas, escotado al punto de no percibirse abajo nada parecido a un corpiño. Me hizo algunas preguntas mientras jugaba con hojas secas que había levantado del suelo. Al hacerlo pude ver una parte significativa de sus pechos incluyendo la más saliente y oscura de uno de ellos. Quizo saber qué sueldo le correspondía por seis horas de labor en la recepción y registro de nuevos ejemplares. Yo estaba tenso y miraba unas palomas o algo que parecían palomas. Se habían posado en las tejas de un viejo edificio ubicado casi en el centro del Jardín. Nora hablaba y a veces reía de una manera casi explosiva que permitía ver el oscuro interior de su boca. La lengua húmeda, los labios gruesos y anhelantes. La palabra anhelante no es la correcta pero ahora no se me ocurre otra. Hasta pensé que la había olvidado. Finalmente acordamos los detalles y ya no había razones para seguir. Le avisé que me quedaría un rato más esperando a mi esposa. Nora me dio la mano y se alejó caminando hacia la salida. La observé con atención desmedida. Supe, de ese modo, que bajo el vestido estaba desnuda también por abajo. Y eso fue todo. Media hora después llegó Irma, mi mujer, con la propuesta de aprovechar en un shopping lo que restaba de la tarde.
L.
L.
Alucinaciones
Por más alucinantes que sean las alucinaciones de tal o cual persona no deberíamos confrontar con ellas. Por más que pensemos que tal o cual persona delira, o que ve cosas que nadie ve, o que se sostiene en creencias increíbles...no deberíamos destruir esas nubes luminosas que jamás producen lluvias de verdad. Tampoco adherir a ellas. Eso tampoco. Pero no destruir las nubes mientras existan para quien las ve. Pero no matar ni disolver las luces que ven esas personas en el cielo. Las razones son simples y prácticas. La gente se sostiene en esas alucinaciones, nubes, delirios, creencias, luces y nubes. Se sostiene mucha gente buena y querible en fabulosos espejismos. Dicho de otro modo. Así un puente sea de humo...si sirve para cruzar a la otra orilla del río...bienvenido sea el humo.
L.
martes, 15 de enero de 2013
Miedo a vivir
La vista se posa en una arboleda situada al costado de la ruta. Junto a los árboles se ve una laguna o acaso los restos de una lluvia reciente. El espectáculo genera una inexplicable tristeza. Los árboles quemados por el sol, el agua sin patos, la ruta deshabitada y voraz como un domingo. Da pudor hablar de estas cosas a un mundo tan feliz y satisfecho. Alcanza nombrar la palabra tristeza para sentirse desnudo ante una multitud de gente vestida. Se ha dicho. No debemos aferrarnos al pasado. Si hubo algo malo dejarlo de lado o disfrazarlo. Quedarnos con lo bueno. Y si no hubo nada bueno inventarlo. Esas son las indicaciones recibidas. No recordar, es decir, no vivir. Pero la vista se posa ahora en una arboleda cercana a la ruta. Junto a los árboles se ve una laguna o acaso los restos de una lluvia reciente. El espectáculo genera una tristeza inexplicable.
L.
lunes, 14 de enero de 2013
Naturaleza oculta
Para Heráclito El Oscuro y para Heidegger, 2.500 años después, la verdad era/es casi un sinónimo de desocultamiento. Desocultar para ellos no equivalía solamente a quitar los velos o directamente a desnudar, lo cual en determinadas situaciones puede ser excitante. Era en rigor mostrar al sol la esencia de las cosas y no tanto su apariencia engañosa. Pero Heráclito, sin ocultar su escepticismo, dijo que esa operación no era fácil de concretar. La naturaleza ama ocultarse, explicó en uno de sus fragmentos de lucidez extrema.
L.
L.
Contra la comodidad
Tan cómodo el bebé en el útero. Nada lo molesta ahí salvo que la mamá se ponga a bailar salsa o tome un colectivo sobre suelo empedrado. Fuera de eso todo bien. Tan cómodos estamos en casa mirando televisión o haciendo algo con la computadora, o simplemente viendo llover por la ventana. ¿Para qué salir? ¿Para qué someterse a la hostilidad del mundo externo? El yo es un universo en expansión. La mismidad, por eso mismo, es imbatible. Hay un solo problema. Demasiado yo cansa. Demasiada mismidad nos termina asfixiando. Y por eso al final salimos al mundo. Y por eso amamos.
L.
417
Desde ayer se supone que siguen este blog 417 personas. La cifra impresiona. Son más que diez. Pero bien mirada la cosa no podemos engañarnos. Nadie sigue a nadie en estos tiempos de individualidad al palo. Alguno pasó, le gustó algo y se anotó ahí abajo como muestra de adhesión. Eso está bien para nosotros. No pedimos más. O sí. Nos gustaría leer más comentarios al pie de los posteos a ver qué tal. Nos gustaría hacer de este lugar un sitio interactivo (la palabra está de moda) donde gobierne el ida y vuelta. Los blogs están en retirada como Quijote antes de volver a ser Alonso Quijano. Y el tiempo apremia. Volver a los 417/ después de vivir un siglo/ es como descifrar signos/ sin ser sabio competente. Fin.
L.
L.
domingo, 13 de enero de 2013
Amor y religión
El amor es la más barata de las religiones. Así lo escribe Pavese en su diario íntimo. La más barata de las religiones. Voy a corregirlo un poco, total, el poeta ya no está entre los vivos. Pienso en cambio que la religión del amor es carísima, quizás, la más costosa de todas. A Pavese le costó la vida. Y no sólo a él. Los que apuestan todas sus fichas al milagro pierden toda o casi toda la energía invertida. La solución, o al menos parte de ella, sería quitarle al amor su condición de fe. Destruir los altares. Ejercer el acto sin dioses a la vista. Casi en secreto. No apostar ni una ficha a ese juego tan riesgoso. Apenas estar con alguien afín y sin expectativas, es decir, por el solo placer de estar. Parece poco pero es muchísimo. La última frontera.
L.
L.
Un hermoso verano
Nos gustaba sobre todo la tibieza del domingo. Esa especie de calma encubierta. La tensión muda. Estábamos en el río echados como lagartos sobre la arena caliente. De lejos se veían las mujeres riéndose como si estuvieran locas. Por momentos parecía que nos miraban de reojo. Y de cerca los botes de paseo, algunos pescadores con sombrero, cosas difíciles de describir o recordar. Fue entonces cuando se nos ocurrió meternos al agua con la esperanza de ver de cerca a alguna de esas locas que no paraban de reírse. Como sin querer contemplábamos los cuerpos inalcanzables. Éramos demasiado chicos entonces. Mauro, el más alto, fue el primero en meterse. No había olas. El agua parecía una sábana estirada sobre una cama. Lo vimos nadar en dirección a una joven que hacía la plancha a pocos metros de la costa. Los vimos hablar, de pronto, como si se conocieran de toda la vida. También nosotros nos reíamos de la situación. Después los vimos alejarse de la mano e imaginamos cualquier cosa. Mauro y la chica entrando a un hotel o besándose en el muelle. Cosas así. Y nosotros como idiotas tomando la última de diez botellas de cerveza negra. Con todo fue un hermoso verano. Quizás el mejor. Lo de Mauro no se concretó. Lo vimos venir a paso lento por la escollera. Nadie le preguntó nada porque no hacía falta. ¿Y si vamos al puerto? La pregunta la hizo Pablo y nos sorprendió porque jamás hablaba. Y fuimos al puerto, claro. Pero en ningún momento dejamos de pensar en las muchachas que eran el botín más preciado del verano que, muy pronto, acabaría para siempre.
L.
A la deriva
A la deriva entre velos de humo sigo el rastro de un caracol que avanza. A la deriva en el jardín mientras arranco del árbol una mandarina y le quito la cáscara tan o más brillante que el sol. El caracol deja una estela plateada y fina sobre el pasto y carga con dignidad su casa propia. Él es su casa y de ahí no se mueve. Si hay peligro vuelve a meterse en sí mismo y desaparece con sus antenas invisibles. ¿En qué lugar está mi padre ahora? Recuerdo que un día dejó de andar por el mismo jardín donde una vez pisó un caracol como el que hoy veo a la deriva. Lo critiqué por eso. Mi padre, que era sordo, naturalmente no escuchaba. Sé que no aplastaba caracoles por deporte. Apenas caminaba en el pasto camino al sitio elegido para fogatas y recuerdos. Ahora me llaman a comer en la cocina mientras el viento sacude la mala fortuna de los pájaros. Será mejor que me siente a la mesa cargando mi casa inviolable y refugiado en mí mismo como siempre. Avanza el día a la deriva como un caracol. Y se desviste en silencio donde el agua se une a otras aguas.
L.
sábado, 12 de enero de 2013
Elogio de lo impuro
De poesía no debería hablarse en términos poéticos. Del amor no debería hablarse en términos románticos. Nada tiene que ver el arte con lo sublime. Vida y arte se influyen mutuamente, se ensucian uno al otro, copulan entre sí. Arte, vida, poesía y amor no pueden ser abordados desde la pureza. Al contrario. Es en medio de la obscenidad del barro donde brilla el oro más limpio y verdadero.
L.
Te conozco
¿Por qué nos enamoramos de una persona y no de otra? Poca gente se hace esta pregunta clave. ¿Pero por qué? Atribuir el fenómeno a características del otro, no sé, inteligencia, belleza, simpatía, posición política o gustos de helado parecidos ampliaría al infinito la cifra de posibles objetos dignos de merecer nuestro amor. Si todo se redujera a una suma aritmética de beneficios -similares por ejemplo a los de un horno microondas- el problema amoroso, porque es un problema, se resolvería fácilmente. ¿Pero por qué alguien nos atrae más que otro? ¿Por qué incluso vamos hacia esa persona como quien avanza hacia la frontera decisiva de su existencia? Freud ensayó una respuesta al enigma con su famosa teoría del rasgo similar. Se supone que el sujeto de quien nos enamoramos posee algún rasgo de alguien que la memoria extravió en la más remota infancia. Por eso se dice que conocer es reconocer. Y por eso una divina canción de Silvio Rodríguez (Te conozco) expone las cosas del siguiente modo. De niño te conocí /entre mis años queridos/ por eso cuando te vi/ reconocí mi destino. Y algo me dice que por ahí va la cosa.
L.
Rutinas peligrosas
Nada de malo tiene la repetición de actos, lecturas, besos. Pero hay rutinas peligrosas y a veces conviene ser precavidos con la precaución. Conozco el caso de un hombre que siempre lavaba las manzanas antes de sentarse a comer. Un día bebió por accidente el contenido de la jarra donde había lavado las frutas y enfermó de cólera. Se dice que el matrimonio, una bebida no siempre saludable, tiene poco que ver con el amor. Las relaciones que uno mantiene con su mujer, por hermosa que sea, llegan a hacerse tan rutinarias como las que uno mantiene con el lugar donde vive. Y así como al cabo de varios años no vemos ya las plazas, las avenidas, los monumentos, descubrimos a veces que nuestra mujer tiene pechos, lindos ojos o un lunar en la cadera. Pero son momentos esporádicos y hasta anormales. Los disfraces cansan y no son más que eso. Disfraces. Por eso las parejas unidas por alguna cosa superior a la costumbre o la practicidad entienden que, de tanto en tanto, deben cambiar de rumbo para poder seguir juntos de la mejor manera posible y observándose, siempre, como si fuera la primera vez.
L.
L.
viernes, 11 de enero de 2013
La gota
Creo que la gota nació en su pelo, o, quizás, en algún punto ciego de la nuca levemente ahuecada y tensa. Por efectos de la gravitación universal inició un recorrido lento hacia abajo. Supongo que era una gota de sudor o el resto mínimo de la ducha reciente. Paula nunca termina de secarse luego de tomar un baño. Ella es así. Permanece desnuda y en silencio junto a la ventana del cuarto. Observé el demorado viaje con interés inusual. La gota descendió por el eje de una espalda entre opaca y erizada. De tanto en tanto las irregularidades del terreno frenaban el avance. Pero el descenso no se detuvo. La gota siguió bajando hasta llegar a la cintura y perderse luego en una grieta que se abría indecisa entre dos esferas. Recién entonces Paula se apartó de la ventana y se vistió. Me pregunto ahora qué habrá sido de la gota, de Paula y de todo lo demás.
L.
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Una larga paciencia
Ya sea por influencia de gente cercana o por efectos de la terapia uno tiende a adoptar medidas de autodisciplina que apunten a generar cambios favorables. Uno se propone nuevos comportamientos en diversos planos. Uno dice por ejemplo: "a partir de ahora voy a hacer esto o lo otro, voy a dejar de hacer aquello, voy, en resumen, a ser una persona digna de ese nombre". Pero la autodisciplina es limitada. No dura mucho porque tarde o temprano las actitudes largamente arraigadas se harán notar. Lo reprimido saldrá a la luz a la manera del viejo topo de la historia imaginado por Marx en el siglo XIX. Y los divinos planes de autodepuración se irán al diablo. Algo no muy distinto ocurre cuando uno trata de "disciplinar" a los demás en tal o cual aspecto. La técnica puede funcionar pero sólo por un rato. ¿Nada puede hacerse entonces? Claro que sí. Pero eso requiere de mucho trabajo interior, y, sobre todo, de una larga paciencia.
L.
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Estudiantes crónicos
Se piensa mal de los estudiantes crónicos. Los que no acaban carreras. Los que son grandes y van por la vida sin completar nada. Con buenas razones los padres reclaman títulos para colgar en la pared o en el muro de Facebook. Estudiantes crónicos. Los que no se reciben nunca y nunca dejan de estudiar. Llega por eso la hora de reivindicarlos de una vez y para siempre. Mijail Romm, un cineasta ruso ya olvidado, habló del tema hace tiempo. Mientras fui un fracasado acumulé experiencia, cultura y conocimiento de la vida –escribió en sus memorias-. Así fui formando mi gusto y mis concepciones artísticas. Pero después, cuando llegué a ser director, empecé a distribuir todo aquello, a darlo, y prácticamente no volví a acumular nada. Los verdaderos sabios no dejan de estudiar y aprender. No tienen ideas sólidas. En el fondo las desprecian. Y estudian como enfermos hasta el último día de sus vidas. Leo al pasar un comentario de Walter Benjamin que viene bien para cerrar el tema. Ahora sé caminar -dijo-. Nunca más aprenderé nada.
L.
L.
jueves, 10 de enero de 2013
El otro
Nuestra relación con el otro o la otra es quizás, junto con el suicidio, uno de los problemas centrales de la filosofía de todos los tiempos. La prosa de autoayuda nos ayuda a odiar a los demás en nombre del amor y la felicidad. El otro es manipulador, el otro es psicópata, el otro es tóxico, el otro es un negro de mierda. Los bienpensantes, en cambio, dicen que está bueno que existan los otros mientras estén lo suficientemente lejos. Esto último no lo dicen pero lo piensan. Pero el otro no es un bicho. No es un objeto digo de ser estudiado. No es una oreja o un pene o una pared. El otro es, en esencia, un enigma. De nada sirve hacer como que lo escuchamos cuando en realidad queremos enseñarle algo o corregirlo. De nada sirve mirar desde arriba como si mirásemos de abajo. Hacerle lugar al otro, nuestro prójimo próximo, es quizás lo único que se justifica. Hacer un lugar significa eso, es decir, compartir un espacio común y, en vez de guiar, acompañar. ¿Por qué será que cuesta tanto esto último?
L.
Dos caras
Toda madre que da a luz condena a muerte al nuevo ser que ha nacido de sus entrañas. Luz y sombra en un mismo acto dramático y feliz. Dos caras en tensión constante. Enamorarse de una persona puede implicar tremendas decepciones en el futuro. Dolor, infidelidad, tristeza. Cruzar la calle puede acabar en un gravísimo accidente. Encarar un emprendimiento personal es exponerse al fracaso y el error. Y todo así en esta vida doble y temblorosa. Dos caras. Siempre dos como en la luna. ¿Se concluye entonces que es mejor no tener hijos, no enamorarse, no cruzar la calle, no hacer nada de nada? De ninguna manera. No es esa la conclusión correcta.
L.
L.
miércoles, 9 de enero de 2013
Posturas invertidas
En yoga hay algo llamado posturas invertidas. No son fáciles de describir pero lo voy a intentar. Hay una especie de lazo que uno debe colocarse en la cintura a la manera de una faja. Un pie va a la pared. Después el otro. Las piernas entran dentro del lazo y se apoyan en el muro dibujando un rombo o algo así. El tronco y la cabeza y los brazos caen hacia abajo y el cuerpo entero queda como pegado a la pared. Pude hacerla por primera vez la semana pasada y volví a hacerla hoy, siempre con miedo de caer y morir con el cuello partido. Eso no ocurrió aún. Pero vi el mundo desde abajo. Invertido. Dado vuelta todo, es decir, al revés, como debería estar el mundo, quizás, para no ser lo que es. Pero en yoga, claro, todo es más fácil. Y asoma Buda entre las grietas. Buda o como se llame.
L.
L.
El arte de contar
La narración es una actividad natural o casi. No hace falta ser escritor para hacerlo bien. Ni siquiera es necesario poseer una educación especial. Viejitos de pueblos olvidados suelen narrar mejor que algunos graduados en la facultad de Letras. Algo parecido podría decirse de mujeres de barrio, campesinos, obreros y hasta chicos sin formación. A narrar no se aprende en la escuela. Es una especie de saber secreto que se practica de manera espontánea. Eso sí. Hay gente que tiene más condiciones que otra. Por lo general es aquella que si se pone a contar algo personal consigue darle al relato un alcance universal, es decir, que no sólo interese al narrador. Quedaría, como siempre, la pregunta por el sentido. ¿Sirve de algo el arte de contar? Podríamos decir que no a menos que consideremos la idea iluminadora de Franz Kafka, ya citada en este blog, según la cual la escritura es más pobre pero más clara que la vida.
L.
L.
Gente ocupada
La mayoría de la gente que me rodea da ocupado. Llamo y llamo pero es inútil. Todos o casi todos están metidos hasta los pelos en tareas de primerísima importancia. La consigna de guerra es no perder el tiempo en lluvias, pájaros, besos lentos o fugaces, lecturas, perros, lunas, pensamientos. Y cumplen con eso a rajatabla. Por eso no responden el teléfono. Tampoco los mails o los simples pedidos de ayuda que llegan desde la esquina. Ni siquiera dejan pasar a las ambulancias en la desesperación de llegar primeros. ¿Llegar primero adónde? ¿Para recibir qué premio al final de la carrera? ¿En nombre de qué mañana fabuloso sacrifican tan pero tan ocupados el día de hoy? Si acaso pensaran que este día es la única riqueza alcanzable lo pensarían un poco. Pero dan ocupado. Van a reuniones con gente VIP. No están, como se dice, para nadie nada nunca. Y, claro, así les va.
L.
martes, 8 de enero de 2013
Moneditas
Hay gente que no se entrega ni física ni espiritualmente. No se entrega en ninguno de los sentidos imaginables. Como esas mujeres que guardan monedas en un bolsillo secreto de la cartera o el pantalón. Como esos hombres que hacen sumas y restas, especulan, se aprovechan, ahorran pasiones a cambio del oro amasado en poluciones nocturnas. Hombres y mujeres dados a la mezquindad en todas y cada una de sus formas. Gente que esconde billetes para gastarlos algún día. O que se reserva para una fiesta negra o blanca que jamás se produce. Hay goce en ese acto. Se lo disfruta casi tanto como un orgasmo. Pero el tiempo pasa sin ser percibido por esos pobres inocentes. Y la noche del tiempo los encuentra solos, aplastados, ya dormidos sobre el tesoro inútilmente acumulado.
L.
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