domingo, 13 de enero de 2013

A la deriva


A la deriva entre velos de humo sigo el rastro de un caracol que avanza. A la deriva en el jardín mientras arranco del árbol una mandarina y le quito la cáscara tan o más brillante que el sol. El caracol deja una estela plateada y fina sobre el pasto y carga con dignidad su casa propia. Él es su casa y de ahí no se mueve. Si hay peligro vuelve a meterse en sí mismo y desaparece con sus antenas invisibles. ¿En qué lugar está mi padre ahora? Recuerdo que un día dejó de andar por el mismo jardín donde una vez pisó un caracol como el que hoy veo a la deriva. Lo critiqué por eso. Mi padre, que era sordo, naturalmente no escuchaba. Sé que no aplastaba caracoles por deporte. Apenas caminaba en el pasto camino al sitio elegido para fogatas y recuerdos. Ahora me llaman a comer en la cocina mientras el viento sacude la mala fortuna de los pájaros. Será mejor que me siente a la mesa cargando mi casa inviolable y refugiado en mí mismo como siempre. Avanza el día a la deriva como un caracol. Y se desviste en silencio donde el agua se une a otras aguas.
L.

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