Yo tendría quince años entonces y miraba el mar desde la playa. Era la primera vez que iba de vacaciones sin mis padres. Junto a un grupo de amigos compartíamos una casa ubicada a cuatro cuadras del mar. Para esa época yo no sabía lo que un hombre debe saber. Pero empezaba a intuirlo. Apareció una tal Leonor a quien admirábamos porque fumaba. Eso podía indicar otras cosas. Fumaba, se llamaba Leonor y tenía pechos apenas cubiertos por el pelo esparcido sobre los hombros más la parte de arriba de la malla. Era demasiado. Pero nadie sabía nada. Ni siquiera Leonor. Yo parecía un sonámbulo en la orilla. Miraba el mar desde la playa con los pies apenas cubiertos y semihundidos en la arena húmeda y oscura. Ese era un día de aguas vivas. Mucho calor. Viento caliente y granitos de arena metiéndose incluso ahí. Miraba el mar sin interés. De pronto sentí que dos manos que venían de atrás cubrían mis ojos con firmeza. El mar se esfumó de pronto. El mar y la inocencia. Nunca nadie había hecho conmigo semejante cosa. Ni jugando. Sentí el extremo de los pechos de Leonor levemente pegados a mi espalda. La reconocí por el aliento a tabaco. ¿Quién soy?, preguntó ella. Traté de hablar pero no pude.
Y así empezó y terminó mi debut sexual.
Y así empezó y terminó mi debut sexual.
L.
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