martes, 17 de mayo de 2011

Amor idealizado


El enamorado reviste al objeto de amor con una serie amplia de virtudes. Necesita hacerlo para justificar el impulso amoroso y sexual. Con el tiempo las divinas ropas caen en parte y el enamorado ya no siente lo mismo que antes. No entiende qué ha pasado. Supone que el otro (o la otra) cambió, que no es como era antes, que si las cosas son así mejor terminar y listo. El proceso vuelve a repetirse con similares características una y otra vez. El principio de realidad se opone al principio del placer. ¿Cómo desarmar la secuencia inevitable? Una opción sería mantener los puentes que se han tendido. Mantenerlos a base del deseo pero también de ternura y persistencia. No interrumpirlos por la mitad. Porque en tal caso, caído el puente, los caminantes caerían al agua y se ahogarían.
L.

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