jueves, 19 de mayo de 2011

Una extraña servidumbre


Extrañamos a veces sentir lo que sentíamos antes. Suponemos que lo vivido fue mejor que lo de ahora. Más intenso. Llenamos el mundo de altares dedicados al pasado, pegamos fotos en las paredes, soñamos por la noche con escenas míticas o mitificadas de las que nos cuesta desprendernos. Algo parecido hacemos con el futuro. Imaginamos todo tipo de cosas que ubicamos tranquilamente en el porvenir, en el cielo o en vidas eventuales. En los ratos libres fundamos religiones apócrifas. Dios Pasado. Dios Futuro. Convertimos la existencia en una agotadora servidumbre que nos impide celebrar la vida que tenemos y de la que de hecho disfrutamos. Esa vida que no alcanzamos a valorar y celebrar suficientemente. Nos volvemos esclavos de ideas y desechamos lo que el mundo nos ofrece a manos llenas. La vida está en otra parte, decimos a la manera de un mantra agónico. Lejos. Nunca donde estamos. Quizás tengamos que revisar este esquema desde la raíz. 
L.  

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