domingo, 15 de mayo de 2011
Las cosas por su nombre
Los actuales ataques a Freud vienen de lejos. El padre del psicoanálisis ha sido cuestionado desde sus primeras investigaciones, teorías y prácticas. Ahora dicen que es un impostor. Antes decían que era un degenerado. Molestaba y molesta a los críticos sobre todo la importancia que le dio al factor sexual y amoroso en la vida humana. Él mismo se defendió en su época (1856-1939) de los ataques recibidos. Y lo hizo con el habitual tono irónico que lo caracterizaba. Recordó que ya Platón había subrayado el papel de Eros. Y que el apóstol Pablo, en su famosa carta a los Corintios, dijo que el amor era aún más importante que la fe. "Los hombres no siempre toman en serio a sus grandes pensadores", se burló con razón. Freud decía que lo sexual no tiene nada de vergonzoso o humillante. De todos modos aconsejó a los escandalizados que si querían podían servirse de los más distinguidos términos "eros" y "erotismo". También él pudo haberlo hecho. Pero se resistió. "No lo hice porque no me gusta ceder a la estupidez -escribió en Psicología de las masas-. Se empieza por ceder en las palabras y se termina cediendo en los actos". En resumen. Las cosas por su nombre.
L.
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