Esto no es lo mío, dice alguien. Lo mío es otra cosa. Es una frase muy escuchada. Parece que habría algo propio y definitivo, lo mío, algo irremplazable que responde a mis genes o genitales, una especie de mandato inscripto para siempre con letras de hierro. No creo en eso. No hay lo mío. Cada persona es una construcción lenta y esforzada. La subjetividad es cambiante y se deja tocar, modificar, influir, rediseñar infinitas veces y en las direcciones más inesperadas. Ver las cosas de ese modo me libera de lo mío y me lleva a lo otro, a lo lejano, al mar del tiempo perdido y recuperado.
L.
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