martes, 3 de enero de 2012
Amor y felicidad
Todos quieren ser felices. Sobre eso no hay dudas. Algunos lo consiguen consumiendo, matando, comiendo, agrediendo, torturando. Otros alcanzan el mismo objetivo por caminos más sutiles. El amor es uno de ellos pero no el único. Lo que fascina en el amor, si vamos a hablar de amor, es su condición de interrupción, anomalía, desorden grave. El amor conspira contra el sistema de vida y es, por eso mismo, un gran desorden o subversión de los sentidos que los podridos poderes no toleran. Todos quieren ser felices. La mayoría a costa de otros. Una minoría puede llegar al cielo, o al infierno, sin hacer daño. Pero el amor, aún el mejor, no está libre de angustias, de suciedad, de restos animales y aún mortales. El amor no tiene otro sentido que la felicidad. Pero está obligado a superar un obstáculo resumido en el inmenso dolor que se produce al perderlo. ¿Debemos entonces dejar de amar y ser amados para no sufrir en el futuro? ¿No conviene cruzar la calle por temor a morir atropellados?
L.
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