Las clasificaciones, las generalizaciones, las frases hechas, las deshechas...Todo eso alivia al gran público. Lo sé por experiencia. Mis alumnos se ponen al borde del colapso cuando me resisto a definir algo. Y si no pongo una etiqueta me acusan de anarquista o, peor, maestro ignorante. De acuerdo. Mejor ignorante que estafador. Vivimos metiendo todo en cajas rotuladas. Y armamos grandes grupos indiferenciados. Los intelectuales, los adictos, los psicópatas, los santos, las putas, los manipuladores, la novela histórica o la romántica. Veamos si no cómo se agrupan las películas en videos, diarios y revistas. Drama, comedia, policial, triple x, cine oriental, terror, misterio, etcétera. Pongamos las cosas en claro. Las comedias puras no existen. Tampoco las tragedias totales. Es más. No hay géneros. Sólo películas, flores, verduras y singularidades. ¿Por qué tanto miedo a la infinita variedad del mundo? ¿Por qué fragmentar el conjunto en miles de pedazos y pedacitos? Clasificar no es entender. Borrar los nombres. La vida es inclasificable.
L.
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