Hay algo en la continuidad que resulta fundamental. No importa si estamos totalmente seguros de lo que hacemos. Pero una vez iniciado el camino conviene continuar, sostener, profundizar. Lo peor es la dispersión como sistema de vida. Continuidad, al menos, hasta agotar la experiencia. En eso pienso cada mañana, por ejemplo, cuando retomo este disparatado espacio. Al principio dudo. Me pregunto para qué. Tengo cosas más importantes que hacer. Pero al final elijo la continuidad. Y, aunque no sirva para nada, vuelvo a pensar y escribir como si de eso dependiera mi salvación.
L.
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