La espera de alguien llega a ser angustiante. Se goza y también se sufre. La espera duele. Por momentos, como suele decirse, desespera. Mientras tanto uno se distrae, abre la heladera, la cierra, vuelve a abrirla. No hay nada que ver en tevé. Y silencio en la ventana. O gritos. Lo mismo da. Hay una erótica de la espera. Algo que insiste en el deseo pero demora en salir. El placer inicial se convierte en dolor y dudas. Está el poema de la espera. Si ella no vuelve, ¿qué será de mí? Pero si regresa...¿quién será la que regresa?
L.
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