Sólo el ser humano puede estar desnudo. Sería raro decir que un caballo o un perro están sin camisa, pantalón, bombacha o corpiño. Aunque Lispector lo sugiere en un texto no muy conocido. El desnudo saca al hombre de la naturaleza y lo encierra en la soledad de su consciencia. El erotismo, en última instancia, no se ve. Sería como poder ver el deseo o la sed. El cuerpo desvestido, en cambio, parece decirnos que no existe más nada. Que todo está ahí. Que no hay línea de fuga ni un más allá que trascienda lo evidente. Y, sin embargo, a medida que superamos el primer impacto, la desnudez remite, como todo, a lo invisible. Es un nuevo enigma a develar. Y así como es inconcebible postular la verdad desnuda se genera una distancia del objeto. Un horizonte que huye de las manos más ávidas.
L.
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