lunes, 2 de enero de 2012

Máscaras



Somos pura máscara. No se entienda mal. No quiero decir que somos pura falsedad e hipocresía porque eso sería el horror. La palabra máscara suele ser mal entendida. A ver si me explico. De pronto nos ponemos la máscara de empleados, de pronto la de amantes, de repente la de maestros o artistas o nadadores. La colocamos tan bien pegada  a la cara que finalmente la adoptamos y hasta creemos en ella. No demasiado. Un poco sería mejor. Y luego actuamos siguiendo las indicaciones de la máscara. Así crecemos y nos multiplicamos. Lo menos aconsejable sería quedarse con un único personaje. La mujer-madre, por caso, está muy bien. Pero si se olvida de la mujer-puta perderá algún atractivo. Lo mismo vale para el hombre apenas hombre, es decir, limitado, o para la dama convertida en puro ser o en un atado de angustias. Modernamente los roles van rotando y las máscaras también. Y si nos falta alguna que nos ayude a vivir no deberíamos dudar en usarla. La vida entera es máscara. Y quizás la muerte sea un hecho cuando por fin se caigan todas las máscaras.
L.  

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