miércoles, 4 de enero de 2012
Matamos lo que amamos
Es inexplicable pero suele ser así. Hacemos lo necesario para ahogar lo más amado y deseado en la vida. Y más aún. Le abrimos la puerta al enemigo y se la cerramos a la reina coronada. Cortamos las flores más hermosas del jardín y las dejamos secar, indiferentes, en el sucio jarrón. Es como si nos molestara la poderosa humedad que hace nacer lo mejor de nosotros en tierra yerma. Matamos lo que amamos y después lloramos sobre los restos como queriendo volver atrás en un tiempo que, para colmo, es veloz y es implacable.
L.
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