jueves, 5 de enero de 2012
Transgredir
Transgredir, o trasgredir que es igual, está de moda. Es bien visto por la gente moderna y relajada de Palermo Soho. También por vecinos de Villa Soldati. ¿Transgredir qué? Cualquier cosa, cualquier norma, toda línea de trabajo o no trabajo, lo mal llamado normal. Pero ese verbo, transgredir, es inespecífico y no quiere decir nada concreto. No es un valor en sí mismo. Hitler, quién lo duda, fue un gran transgresor. O trasgresor que es igual. Rompió con todo y con casi todos. Eso gustó a las grandes potencias occidentales hasta que lo vieron como un obstáculo a sus fines. Decir cualquier cosa en una fiesta, reírse con motivo o sin él, romper un vaso contra el piso, bajarse la bombacha o el boxer en cualquier lado, besar a una desconocida en una fiesta sin saber si está de acuerdo, o sin siquiera haberle preguntado antes, en fin, también eso sería alterar lo establecido. ¿Con qué sentido? Para transgredir en serio hace falta observar el mundo en calma, evaluar posibilidades, establecer criterios, tomar decisiones, marcar una raya en el camino, abrir o cerrar la puerta. Lo otro, quebrantar normas por el sólo gusto de hacerlo, no lleva a ningún lado. O, peor, no significa nada.
L.
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