miércoles, 8 de febrero de 2012

Amor y destino

La elección de pareja amorosa configura un destino. Ya dijimos que en esa elección no hay un acto espontáneo o ajeno a la memoria. Elegimos a alguien que secretamente evoca remotos modelos infantiles. No elegimos porque sí ni porque estamos calientes. El amor resultante nos protege y protege al otro de sí mismo. El sólo hecho de poner un límite a la mismidad, al yo que tiende a inundarlo todo, es curativo. Toda pareja compone la unión libre de dos carencias. Esa divina confluencia genera la ilusión de que un todo pleno es posible. No está mal. De ilusiones también se vive.
L.

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