viernes, 3 de febrero de 2012

Cada mañana

Cada mañana pienso que ese día, el de esa mañana, será el último. La idea es estimulante. Pienso. Alguien entrará a la casa para hacerse cargo de la situación. Entonces ordeno todo, lavo la vajilla, paso el trapo a los pisos. Me tranquiliza saber que llegarán y encontrarán una casa digna. Luego supongo que los visitantes, quizás enfermeros, buscarán mi cuerpo. No quiero decepcionarlos. Entonces me ducho bien hasta quedar en el mejor estado posible. Busco ropa limpia y adecuada para la ocasión. Recuerdo al pasar la clásica idea de Sting. Una vida breve/un cadáver hermoso. Casa y cuerpo a punto, libros en su sitio, comida sana para el gato y los peces. Todo listo. También y por si acaso llamo a una mujer que yo me sé y combino con ella un encuentro en la esquina de siempre. La última cita, pienso mientras le dedico un libro de poemas chinos. Antes de salir al mundo escribo algo en este blog como quien se despide con fuegos de artificio. También envío cartas a mis hijos y aún a mis padres estén donde estén. La muerte, en conclusión, se convierte para mí en la idea más vital y productiva que se pueda imaginar.
L.

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